La palmera canaria (Phoenix canariensis) es, de entre las 2.350 especies de palmeras que hay en todo el mundo, la única endémica del archipiélago. Y, además, es motivo de orgullo para todos los isleños.
Características de la palmera de las Islas Canarias
Esta palmera de gran tamaño perteneciente al género Phoenix y con 13 especies distribuidas por climas cálidos del globo, es solitaria (sin retoños), dioica (con sexos separados sobre plantas distintas) y con un tronco muy grueso que puede superar los 30 metros de altura.
Sus cicatrices foliares decoran el tronco con dibujos con forma de rombo y en su parte superior es arropado por las bases de las hojas y por las fibras, que duran años e incluso décadas antes de caer.
Sin duda, es la palmera con más hojas en su copa, dado que puede tener más de 50 y cada una con unos 400 segmentos alineados en dos planos, que pueden torcerse lateralmente hasta 90 grados.
Los segmentos foliares que se encuentran más cercanos al tronco se han modificado y reforzado con el paso del tiempo y se han transformado en hojas-espinas (acantófilos) muy fuertes a modo de enredo de navajas que envuelve y protege el cogollo. Así, su armadura es, posiblemente, la más agresiva en la familia de las palmeras.
Su aparato radicular es amplio y carece de raíces principales. Dispone de miles de raíces fibrosas cuyo diámetro no aumenta con el tiempo y le permiten aprovechar bolsas de agua subterráneas, sobrevivir a cortos periodos de encharcamiento, fijar el sustrato y anclarse en los fondos inestables.
Además, es una especie muy longeva, ya que los ejemplares más altos llegan incluso a superar los dos y quizás tres siglos de edad.
Ciclo de vida de la palmera canaria
Estas palmeras tienen los sexos separados sobre individuos fácilmente diferenciables. Por un lado, las hembras producen inflorescencias más grandes y abiertas, con flores espaciadas que se convierten en frutos. Por otro, los machos tienen inflorescencias más pequeñas y cerradas (escobas) densamente cubiertas de flores que producen abundante polen.
Presentan cierto dimorfismo sexual en el porte de las plantas adultas, algo muy extraño en las palmeras y en las plantas en general: los machos suelen tener una copa más compacta y “achatada”, comprimida en el eje de la altura, y las hembras una copa más abierta y redondeada.
Su época de floración varía y suele desarrollarse antes de la estación fría y húmeda, cuando el viento y los insectos trasladan el polen hasta las hembras. Los frutos dulces y muy coloridos maduran en la estación seca y cálida y se dispersan por algunos pájaros que se los comen enteros.
Otras aves son depredadoras, pues únicamente comen la pulpa carnosa y dejan caer la semilla al pie de la madre, lugar donde no prosperan. Los frutos a veces son atacados por unos gorgojos que abren galerías en la semilla y mueren si el embrión es alcanzado.
A pesar de que pueden germinar instantáneamente, las semillas de la palmera canaria pueden aguantar más de un año de conservación en frío (+4° C) y varios meses en la tierra seca del medio natural, algo muy raro en una familia que se caracteriza por la corta duración de sus semillas.
Su tipo de germinación permite que las plántulas comiencen su vida un poco enterradas y protegidas de las sequías en sus primeros veranos. De este modo, la semilla produce un “cordón” denominado pecíolo cotiledonar cuyo crecimiento en la tierra es hacia abajo y tiene en su punta el embrión, que resulta en hojas y raíces.
A lo largo de alrededor de un año el pecíolo cotiledonar actúa a modo de cordón umbilical entre la plántula y la semilla. A la germinación le releva una larga fase de establecimiento en la que las plantas jóvenes incrementan el tamaño de sus hojas y edifican la base del tronco.
El establecimiento dura de 5 a 8 años y acaba con la primera floración que marca el inicio de la edad adulta. En esta especie la madurez sexual se alcanza muy rápido, puesto que las palmeras pueden florecer con medio metro de lo que parece un tronco. Este tallo corto no es realmente un tronco, ya que todo lo que se ve son las bases de las hojas que forman el cogollo de la palmera canaria.
En estas primeras floraciones el ápice está aún a ras de suelo y el tronco real de estas jóvenes adultas está todavía a nivel del suelo y se asemeja a un disco, que tiene el diámetro definitivo pero mide pocos centímetros de altura.
Al alcanzar la madurez sexual y con ello el diámetro de base definitivo, los troncos empiezan a crecer en altura. Su velocidad varía y dependiendo de las condiciones puede ser de 5 a 40 centímetros al año. Como en la mayoría de especies de palmera, los troncos no crecen de diámetro al pasar el tiempo.
Así, aunque tengan diámetros iguales o parecidos, las palmeras jóvenes parecen un tronco “sobredimensionado” y las más altas aparentan tener troncos “esbeltos”. En la especie canaria esta ilusión óptica se acentúa porque los ejemplares jóvenes cuentan con el tronco agigantado por los restos de las hojas que los forran y que tardan décadas en deshacerse.
El crecimiento es constante durante el año pero se concentra en flujos de nuevas hojas que coinciden con una mejora climática: el inicio del calor en las zonas más frías y las primeras lluvias en las zonas más secas.
Miel de palma canaria
La miel de palma es un producto típico de la isla de La Gomera que se obtiene de la savia de la palmera canaria, conocido con el nombre de guarapo. La miel de palma es el resultado de la reducción en cocción durante varias horas de la savia de palma canaria hasta que consigue la densidad semejante a la miel de abeja y su típico color oscuro.
Su producción se reduce a la isla de La Gomera y es un complemento que acompaña a modo de salsa a distintos postres como el frangollo, el quesillo, la leche asada, el queso de cabra, las tortas de cuajada, etc.
En los últimos años, la miel de palma se ha incorporado a las nuevas tendencias de la cocina gomera y canaria e incluso fuera de las islas. De este modo, se puede encontrar como acompañamiento de carnes en la elaboración de varias salsas.
Otras palmeras: la palmera datilera y sus híbridos
Además, en Canarias coexiste otra especie del mismo género: la palmera datilera (Phoenix dactylifera). Esta tiene unos rasgos morfológicos que la distinguen de la palma canaria, entre los que destacan un tronco más fino (30-40 centímetros) y más alto (hasta 20 metros), una copa más abierta y menos densa con hojas de color verde-glauco.
Las frondes, de hasta 6 metros de largo, tienen la mitad de foliolos que en la palmera canaria y su superficie está cubierta de un polvillo blanquecino y céreo. Hacia la base de la hoja los foliolos se transforman en espinas muy pequeñas, además ofrecer retoños o regoldos en su base.
Su origen es complicado de definir, pues su cultivo se ha difundido desde hace milenios por todas las zonas cálidas de la Tierra. La presencia de la palmera datilera en el archipiélago es igualmente controvertida, puesto que no está claro cuándo se introdujo en Canarias. Quizá llegó con los primeros pobladores o incluso tras la conquista castellana.
Es uno de los árboles frutales más cultivados y explotado del norte de África y Oriente Medio como productor de dátiles. Este cultivo de más de 5.000 años ha dado resultado en decenas de variedades distintas de palmeras datileras, a la vez que un sinfín de especímenes híbridos y formas morfológicas muy diversas creadas artificial o naturalmente.
Su presencia en las islas ha crecido muchísimo en los últimos tiempos, puesto que se ha importado a muchísimos lugares del mundo como planta ornamental, lo que ha resultado en una distribución y una presencia muy significativa en el panorama global.
Por su próximo parentesco, como la mayoría de las especies del género Phoenix, la palmera datilera y la palmera canaria hibridan de forma natural resultando en formas intermedias con variados grados de hibridación, que se distinguen entre sí según la dominancia de los parentales.
Como resultado de la semejanza morfológica y cercanía filogenética de ambas especies, actualmente es muy difícil clasificar e identificar morfológicamente sin ambigüedades aquellas palmeras realmente canarias de ejemplares híbridos, especialmente en zonas ajardinadas y áreas urbanas donde cohabitan ambas especies.
El Gobierno de Canarias aprobó hace años el DECRETO 62/2006, de 16 de mayo, donde se establecen medidas con el objetivo de favorecer la protección, conservación e identidad genética de la Phoenix canariensis. En este decreto se fijan las limitaciones de uso de los distintos tipos de palmeras consideradas como ejemplar silvestre, cultivado, palmeras exóticas y palmeras de pureza genética reconocida.
En resumen, la palmera canaria es, quizá, una de las plantas canarias más representativas y relevantes del archipiélago canario, ya que la especie y sus poblaciones han sido desde siempre un elemento característico y distinguido del paisaje.
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